jueves, 26 de noviembre de 2015



EL HOMBRE, LOS RECURSOS NATURALES Y LOS BOSQUES

LOS RECURSOS NATURALES
Desde su aparición sobre la Tierra, el ser humano ha vivido y convivido estrechamente con los recursos naturales. Tan estrecha ha sido y sigue siendo esta relación que el hombre depende en todo momento de tales recursos para su existencia.
Si no todos, muchos de los recursos naturales se presentaron, en un principio, indomables para el hombre, hecho que hacía evidente su dependencia de aquellos. Sin embargo, a medida que el hombre fue evolucionando fue también domesticando o controlando a una parte de ellos, por lo que aquella visión original de dependencia se fue diluyendo. A punto tal llega este proceso, que en una postura eminentemente soberbia y necia, el ser humano pasa a sentirse dueño de la situación y comienza a “manejar” los recursos naturales desde su propio punto de vista, olvidando las leyes naturales que los rigen y las consecuencias dramáticas de su incumplimiento.
Los recursos naturales se enmarcan dentro del ámbito de la Naturaleza, lo que lleva a admitir que sus componentes se presentan interrelacionados formando una estructura compleja. Esta estructura se mantiene, cuando no interviene el hombre, en una situación de equilibrio. Equilibrio que se presenta en un intervalo de valores, dentro de los cuales se encuentran aquellos correspondientes a una situación de máxima estabilidad.
Dentro de estos intervalos y a corto plazo, los sistemas mantienen su equilibrio y recuperan en forma más o menos rápida su situación de estabilidad. Sin embargo, la intervención del hombre puede, y de hecho lo logra, llevar a tales sistemas más allá de sus intervalos de equilibrio, promoviendo fenómenos como el de la extinción de especies y superpoblación de otras, degradación de ecosistemas, procesos de erosión, inundaciones, contaminación y otros.
No debe olvidarse que la estructura compleja e interdependiente de los elementos naturales permite que los desequilibrios ocurridos en un sistema afecten el equilibrio de otros sistemas alejados en el espacio y en el tiempo.
Pero lo más dramático e irónico de tales desequilibrios es que se vuelven en contra del hombre mismo. Existen dos grandes vías a través de las cuales puede el hombre hacer uso y aprovechamiento de los recursos naturales:


Actuando Irracionalmente
Esto es, promoviendo los desequilibrios para luego remediar las consecuencias de los desastres ocurridos. Además de ser éste un procedimiento costoso, no debe olvidarse que en la naturaleza muchos cambios son irreversibles o lentamente reversibles y, en este último caso, que el concepto de duración del tiempo que posee el hombre difiere del que posee la naturaleza.
Actuando Racionalmente
Esto es, contemplando el uso y aprovechamiento de los recursos desde el punto de vista del recurso mismo y no sólo desde el punto de vista de la conveniencia del ser humano. En otras palabras, obtener de los sistemas sólo lo que éstos pueden dar sin afectar sus equilibrios ni a otros sistemas.

Queda claro, entonces, que el hombre está obligado a usar y aprovechar los recursos naturales para su subsistencia en el tiempo, lo que lo hace dependiente de la permanencia de dichos recursos.

REQUERIMIENTOS NECESARIOS
Reconocer la importancia de los recursos naturales y la necesidad de su manejo racional (a perpetuidad), no es suficiente, por el contrario, es apenas el primer paso. Es necesario establecer políticas con objetivos claros y, lo que es más importante aún, cumplirlas. Sin embargo, un objetivo representa un destino general y no establece por sí mismo el camino a recorrer, es decir, no define las técnicas ni los métodos a emplear.
Hay un hecho que es indiscutible y es que para establecer con claridad un objetivo y el camino a recorrer para cumplirlo, se hace necesario conocer íntimamente cada componente del recurso y su relación, al menos aproximada, con los componentes restantes. Así, la investigación básica de los recursos naturales en sus diversos aspectos es una condición necesaria e indispensable. Y cuando hablo de investigación me refiero a aquellos estudiosos que tienen por finalidad aportar conocimientos útiles a la sociedad, y no a aquellos que lo hacen para satisfacer su vanidad y su ego contando cuántos trabajos publicó.
En la actualidad, la ciencia y la tecnología han llegado a una especialización de los trabajos. La prueba está en los distintos organismos estatales y provinciales que se dedican al estudio de un mismo recurso. Esto significa que ningún organismo puede por sí mismo resolver el problema.
Surge, entonces, la necesidad de distribuir las acciones específicas de cada Organismo interviniente, evitando la superposición y repetición innecesaria de los trabajos, coordinando, por otro lado, aquellos que deben encararse en forma conjunta.

EL RECURSO HUMANO
El recurso humano es la herramienta principal e indispensable en la ejecución y diseño de los programas de trabajo, mereciendo así toda la atención que sea necesaria.
Los profesionales y técnicos deberían contar con seguridad laboral y económica. Es indiscutible, que los principales recursos con que cuenta un profesional son su conocimiento y experiencia, los que se traducen en su habilidad para resolver problemas. Ello requiere de una mente totalmente receptiva y con alta capacidad de concentración, y las inseguridades laborales y económicas son sus enemigas.
El “costo de los profesionales y técnicos no debe observarse desde un plano meramente contable, sino en función de sus resultados. Es decir, no debe buscarse un gasto bajo sino una alta relación producción/costo. Más aún, los costos deben tomarse como una inversión a largo plazo.
En otro orden de cosas, deberá contarse con toda la información que sea posible. En este sentido, la bibliografía juega un papel importante, razón por la cual debe facilitarse a todos los profesionales y técnicos el acceso a tal información. La realización de cursos, el otorgamiento de becas, la invitación de especialistas al país deberán ser facilitadas y accesibles a todos los Organismos.

EL BOSQUE COMO RECURSO NATURAL
Dentro de los recursos naturales, los bosques representan un capítulo sumamente amplio, de elevada complejidad y con características particulares. Si bien puede pensarse en un bosque como “un sitio poblado de árboles”, tal concepto no va más allá de una definición meramente gramatical.  Un bosque es un ecosistema en el cual el árbol  es el elemento determinante, pero es apenas un componente más del sistema. La existencia de un bosque espontáneo surge como consecuencia de etapas sucesionales, lo que implica una evolución coordinada entre un alto número de variables que se han ido “acomodando” entre si: temperatura, precipitaciones, luminosidad, suelo, flora, fauna y otros; a ello debemos agregar las variaciones estacionales. La elevada cantidad de elementos intervinientes y sus interrelaciones permiten afirmar que un bosque espontáneo es un sistema amplio y complejo. Esta amplitud y complejidad se transmite  a su observación, su estudio, su análisis y a las conclusiones.
El factor tiempo presenta en los árboles de un bosque espontáneo una dimensión diferente a la que  presentan los vegetales herbáceos y leñosos de rápido crecimiento (ej: árboles frutales). Por ello, los ensayos y experimentos son de lenta evolución y sus resultados poco espectaculares. Con distinta intensidad, los bosques implantados presentan características similares.
Los bosques espontáneos de nuestro país suelen ocupar superficies sumamente extensas. Por ejemplo, los bosques de “lenga” ubicados en Tierra del Fuego ocupan aproximadamente 600.000 ha y son sólo una parte de la formación Andino-Patagónica. Ello implica una alta variabilidad de situaciones: pendientes, exposiciones, alturas, clima, suelo y otras; hecho que representa una dificultad para obtener datos exactos y precisos. Por otra parte, en ocasiones esos bosques se ubican en zonas de muy difícil acceso, con grandes limitaciones para la permanencia en el lugar.
Dejando de lado los productos forestales no madereros, el material aprovechable, en los árboles de bosques espontáneos y cultivados, suele ser el cuerpo mismo del árbol, individuo que muere al momento de la corta. Así, una vez aprovechado, ese árbol desaparece y es necesario esperar el crecimiento de un nuevo individuo para la realización de las observaciones. Esto acarrea dificultades en la obtención e interpretación de datos. Lo mismo ocurriría si el árbol muere en forma natural.

COMENTARIO FINAL
Lo importante de destacar es que, como ecosistema, no se debe pretender del bosque más de lo que el bosque puede dar sin verse negativamente afectado. Para ello es necesario conocer a fondo dichos sistemas, teniendo en cuenta que cada bosque es un sistema. Como punto de partida y en términos generales, debe conocerse la acción y el efecto del bosque sobre el medio ambiente y la acción y efecto del medio ambiente sobre el bosque, incluyendo al hombre. Y para eso se debe contar con organizaciones capacitadas y una clara política por parte del Estado.
Ing. Agr. Enrique Wabö
Noviembre de 2015

miércoles, 18 de noviembre de 2015

INVENTARIO FORESTAL NACIONAL DE BOSQUES NATIVOS EN ARGENTINA -




1.    LA ARGENTINA Y SUS BOSQUES NATIVOS

La República Argentina ocupa una extensión de 3,7 millones de kilómetros cuadrados, de los cuales casi 2,8 millones corresponden al Continente Americano y casi 969 mil al Continente Antártico e Islas Australes. Si ordenáramos los países por su extensión, la Argentina ocuparía el octavo lugar, lo que pone en evidencia su gran tamaño.
La superficie total de bosque nativo es del orden de los 300 mil kilómetros cuadrados, lo que equivale a 30 millones de hectáreas, con una baja proporción de especies comercialmente importantes. Por otra parte, los bosques más importantes están situados en la periferia del país, lo que representa una dificultad para su relevamiento en virtud de sus distancias.

2.    OBJETIVO DEL INVENTARIO FORESTAL

Definir el objetivo de cualquier inventario forestal constituye un paso importante. La definición del objetivo debe surgir de la autoridad política bajo la cual se genera el inventario nacional, ya que su ejecución surge de las medidas políticas que se tienen previstas tomar una vez conocidos los resultados; por ejemplo, disponer préstamos para incentivar ciertas actividades, la eximición de impuestos para ciertas actividades, promover aspectos sociales y otros.
Sin embargo y por desgracia, lo que acabo de mencionar no siempre se comprende y no es raro que la autoridad política espere que sea el técnico el que ponga el objetivo. Esto implica que andamos por mal camino, porque si la autoridad política no comprende que es ella la que debe definir el objetivo del inventario nacional, mal puede comprender lo que viene después.
De todas formas, existe una serie de parámetros del bosque que es común estimar cualquiera fuese su objetivo específico, que son la densidad de árboles, densidad de área basal y densidad de volumen; por hectárea, por especie, por grupos de especies y para todas las especies.
Una variable que puede ser de interés es el estado sanitario de los árboles. Sin embargo, su determinación puede llevar a resultados equívocos. Algunas enfermedades de las especies forestales incluidas en el inventario muestran síntomas o signos fácilmente perceptibles a simple vista, por lo que el estado sanitario del árbol es de fácil percepción y su registro es inequívoco. Pero hay enfermedades que son internas y que no se manifiestan al exterior, como las podredumbres del tallo, que afectan la porción central del tronco, situación en la que cualquier árbol enfermo evaluado a simple vista quedará registrado como sano, dando por resultado que el porcentaje de árboles enfermos será inferior al verdadero. En este último caso, la pregunta que debe hacerse el responsable del inventario es si resulta preferible no considerar el estado sanitario y reconocer que no hay datos, o hacerlo y saber que se va a contar con una medida falsa.

3.    DISEÑO GENERAL DEL INVENTARIO

El diseño de muestreo involucra la definición de una serie de componentes, entre los cuales se destacan: la forma de distribución espacial de las unidades de muestreo, el distanciamiento entre unidades de muestreo, permanencia de las unidades de muestreo,  la) forma y el tamaño de las unidades de muestreo. A estos temas los trataré más en detalle.

Forma de distribución espacial de las unidades de muestreo
El diseño de muestreo debería ser sistemático estratificado. La elección se debe a que la distribución sistemática tiene varios elementos favorables, entre los cuales se destacan:
a)   El diseño es autoponderante, ya que cada fragmento distinto de bosque  es muestreado en forma proporcional a su superficie. Esto asegura una muestra representativa, lo que un muestreo aleatorio no permite. Además, en un muestreo estratificado, la distribución de unidades en forma proporcional a la superficie d cada estrato ocurre en forma automática.
b)  Técnicamente, elimina cualquier dificultad en la instalación de parcelas permanentes, ya que la alteración de los límites de los estratos no ocasiona impedimentos en las estimaciones.
c)  Permite la estratificación a posteriori basada en los datos registrados en las unidades de muestreo.

Para llevar a cabo la distribución sistemática, se recurre a la distribución de las unidades de muestreo sobre una cuadrícula que cubre el territorio nacional; el centro de la cuadrícula representa la ubicación potencial de la unidad de muestreo. A la distancia entre los vértices de una misma cuadrícula la llamamos equidistancia, que es igual a la distancia que hay entre los centros de cuadrículas vecinas. Aquellos puntos de la cuadrícula que queden situadas en una fracción de bosque se convierten en unidades de muestreo verdaderas.

Distanciamiento entre unidades de muestreo
Definir la equidistancia es un paso importante porque de ello depende la intensidad de muestreo. Asumo como intensidad de muestreo el número n de unidades de muestreo que conforman la muestra.
A menor equidistancia, mayor intensidad de muestreo, lo que implica un mayor grado de cubrimiento del bosque y mayor tamaño de la muestra. Pero también es de esperar que vaya de la mano de una logística más compleja y un mayor costo.
Una equidistancia de 5 km, que implica una cuadrícula de 25 km2, generaría un punto de muestreo cada 2.500 ha; para un área boscosa de 30 millones de hectáreas representa una muestra de 12.000 unidades de muestreo.
Una equidistancia de 10 km, que implica una cuadrícula de 100 km2,  generaría un punto de muestreo cada 10.000 ha; para un área boscosa de 30 millones de hectáreas representa una muestra de 3.000 unidades de muestreo; esto es la cuarta parte del anterior, lo que resulta más económico.
En consecuencia, una equidistancia de 10 km asegura una buena cobertura con una muestra representativa y a un costo razonable, lo que representa 1 punto cada 10.000 ha de superficie. Tengamos en cuenta que en el Primer Inventario de Bosques Nativos, el tamaño de la muestra fue algo mayor a las 400 unidades de muestreo, magnitud muy inferior a las 3.000 unidades de muestreo esperadas.

Permanencia de las unidades de muestreo
Las parcelas de muestreo de inventario pueden ser temporarias o permanentes. Las parcelas temporarias permiten la obtención de información para una única fecha; las parcelas permanentes, en cambio, posibilitan la obtención de información en más de una fecha.
¿Y por qué digo posibilitan? Porque las parcelas permanentes tienen dos finalidades. La primera es detectar cambios entre dos inventarios sucesivos bajo las condiciones normales de aprovechamiento del bosque; ello implica que la instalación de las parcelas permanentes debe ser lo más disimulada posible para no influenciar al ocupante del bosque a que “no toque” esa zona.
La segunda finalidad es determinar el estado actual del bosque, que se llevará a cabo con aquellas parcelas que hayan sobrevivido en el período.
Hay distintas formas de instalar parcelas permanentes, siendo dos las actualmente más difundidas, que son: a) todas las parcelas que se instalan son permanentes; y b) sólo una fracción de las parcelas instaladas serán permanentes.
Para el IFN recomiendo que todas las parcelas que se instalen sean  parcelas permanentes de inventario.



Forma y tamaño de las unidades de muestreo
Con relación a la conformación de la unidad de muestreo, debemos optar entre parcelas simples o conglomerados de parcelas y en base a los antecedentes locales una unidad de muestreo en forma de parcela de tamaño fijo resulta adecuada.
No he detectado ventajas provenientes del empleo de conglomerados de parcelas como unidades de muestreo para nuestro país. Es cierto que los conglomerados tienden a reducir el error de muestreo, lo que tendría en cuenta si el error fuese un factor crítico, pero el tamaño esperado de la muestra conduce a un error más que razonable. Por otro lado, un conglomerado representa un mayor esfuerzo de instalación y mayores dificultades para su reubicación en el caso de que sean unidades permanentes.
Con relación a la forma geométrica de la parcela, la forma circular ha mostrado ser muy eficiente. Sus principales ventajas son que no posee orientación y a que es fácil de instalar por contar con una sola dimensión: el radio. Los bosques nativos de la Argentina muestran una distribución diamétrica en forma de “jota invertida”, lo que significa que los árboles finos son abundantes y los gruesos son escasos. En virtud de ello, un sistema de dos parcelas circulares concéntricas resulta más adecuado que una única parcela por punto de muestreo; en la parcela de mayor tamaño se miden los árboles más gruesos y en la parcela más pequeña  se miden los  árboles más delgados.
Con relación al tamaño, se acepta como parcela representativa aquella que contiene cerca de 15 árboles. Entonces, el tamaño de la parcela deberá ser tal que comprenda datos de unos 15 árboles muestra, el que dependerá de cada región forestal y su densidad. De manera que las parcelas no serán de igual tamaño en todo el país; sólo compartirán la forma.
Según un estudio realizado, en el estrato del Quebracho colorado del Parque Chaqueño de la Argentina, no se detectaron diferencias significativas entre 8 tamaños de parcelas de 10 m de ancho, entre 1.000 m2 y 8.000 m2 con un tamaño de muestra n = 45 para cada tamaño. A continuación se indican los volúmenes sin corteza promedio por hectárea (Vol M) para los 8 tamaños de parcela ensayados:
Área
(m2)
Vol M (m3/ha)
1.000
24,8
2.000
23,3
3.000
23,8
4.000
24,8
5.000
24,4
6.000
24,9
7.000
24,9
8.000
25,5

Como puede verse en la tabla, los valores son muy parecidos. El resultado del análisis de varianza (Friedman) arrojó que no había diferencias significativas entre los ocho tamaño de parcela. En consecuencia un tamaño máximo de 1.000 m2, correspondiente a un radio de 17,84 m, parece suficiente,
Más adecuado es definir el radio con números enteros e infinitas cifras significativas, aunque no correspondan exactamente a los valores de superficie a que estamos acostumbrados. De esta forma, la parcela circular más grande se establecería con un radio de 18 m, lo que se asocia con un área de 1.017,876… m2.

4.    TAMAÑO DE LA MUESTRA

El tamaño de la muestra es directamente proporcional a la superficie ocupada por los bosques inventariables, e inversamente proporcional a la superficie de la cuadrícula:

n = Área de Bosque Inventariable (ha) / Área de la Cuadrícula (ha)

En caso de deforestación, se perdería una unidad de muestreo por cada 10.000 ha de bosque desaparecido.

5.    ESTRATIFICACIÓN

En la Argentina se reconocen seis regiones forestales. Las regiones y sus correspondientes superficies (redondeadas), son: 1) Región de la Selva Misionera, 2.960.000 ha; 2) Región de la Selva Tucumano Boliviana, 5.476.000 ha; 3) Región del Parque Chaqueño, 67.500.000 ha; 4) Región del Bosque Andino Patagónico, 7.600.000 ha; 5) Región de Monte, 47.200.000 ha; y 6) Región del Espinal, 32.900.000 ha. Estas regiones están basadas en regiones fitogeográficas y no resulta una clasificación práctica o útil, dado la extensión de cada una de las regiones y del mosaico de bosques diferentes que sobreviven en su interior.
Para llevar a cabo la estratificación con anterioridad al muestreo de campo (“a priori”), es prudente recurrir al empleo de sensores satelitales, seleccionando los sistemas que resulten adecuados para el nivel de detalle perseguido. La estratificación a priori puede realizarse con equipamiento propio o mediante la contratación de terceros. Una vez concluido el muestreo de campo se deberá proceder a la realización de una segunda estratificación en base a los datos registrados en las parcelas de muestreo, llamada estratificación “a posteriori”.
En el Primer Inventario Nacional de Bosques Nativos de la Argentina, se empleó sólo la clasificación propuesta por el FRA2000 que es muy útil para la FAO pero poco útil al país donde se lleva a cabo el inventario. Yo propongo mantener la clasificación ya usada, sugiriendo como segunda clasificación la usada para bosques nativos en la Pre Carta Forestal, trabajo llevado a cabo por el hoy desaparecido Instituto Forestal Nacional (IFONA). De todos modos, la clasificación deberá ser definida por el responsable del inventario.

6.    ECUACIONES DE VOLUMEN

Un aspecto importante es la metodología a aplicar para el cálculo del volumen. Si bien existen ecuaciones y tablas de volumen en la Argentina, no todas predicen el mismo volumen, lo que hace que a la hora de reunir la información, incluso dentro de una misma región forestal, los valores no sean totalmente compatibles. Es necesario desarrollar un Sistema Nacional de Ecuaciones de Volumen para Inventarios Forestales Nacionales, cuya utilidad sería para inventarios forestales provinciales y regionales.
Desconozco porqué, pero en el último tiempo ha aparecido la costumbre de referirse a las ecuaciones de volumen como ecuaciones alométricas. No niego que este último término es correcto, pero la expresión alométrica es una expresión de tipo general que no determina cual es la magnitud que se predice. En cambio, la expresión ecuación de volumen no deja lugar a dudas.

7.    RECURRENCIA DEL IFN

Una cuestión a resolver es establecer la periodicidad del inventario. La ley 26.331 establece que se deben actualizar valores cada 5 años, sin establecer cómo. Un período de 5 años de recurrencia es demasiado escaso, por lo que resulta más recomendable un período de 10 años.
Mi sugerencia es mantener un estado de muestreo permanente y continuado, año tras año, para alcanzar así un inventario forestal nacional permanente. Si cada año se releva el 10% de la superficie, cada 10 años se completaría un inventario. Para ello habría que dividir al país en regiones administrativas con un área de bosque similar cada uno y relevar por año el 10 % de superficie de cada región. Esta circunstancia requiere una organización altamente pulida, con presupuestos asegurados e infraestructura permanente, hechos que no son una costumbre en la Argentina.

8.    COMENTARIO FINAL

En el presente documento he transmitido los puntos sobresalientes para el diseño de un inventario forestal nacional. Otros aspectos no están tratados por no implicar una decisión crítica, como cuáles serían los instrumentos de medición a emplear, o quiénes harían el trabajo a campo.

Ing. Agr. Enrique Wabö
18 de noviembre de 2015

domingo, 16 de octubre de 2011

BREVE HISTORIA DE LA ACTIVIDAD FORESTAL EN LA ARGENTINA

BREVE HISTORIA DE LA ACTIVIDAD FORESTAL EN LA ARGENTINA

La siguiente presentación es una breve historia del sector forestal en la Argentina, destinada especialmente a los más jóvenes y a personas de otros países. No pretende abarcar todos los aspectos, sino más bien brindar una idea general. También debe quedar claro que en él se indican algunas interpretaciones personales de algunos hechos y que ellos deben ser tomados como tales.

INTRODUCCIÓN
Con una superficie continental de 2,8 millones de kilómetros cuadrados, la República Argentina es el octavo país más extenso del planeta y el segundo de Sudamérica. Debido a su topografía y la forma de distribución de su territorio, extendido longitudinalmente de Norte a Sur, la Argentina cuenta con distintos tipos de ambientes. Asociados a ellos se encuentran formaciones boscosas de diversas clases, que van desde los bosques cálidos en el extremo Norte, hasta los bosques de las regiones frías en el extremo Sur. Esta diversidad de ambientes permite, además, la instalación exitosa de plantaciones con diferentes especies en gran parte de su territorio.
La Argentina posee una superficie de bosques de aproximadamente 31 millones de hectáreas, de las cuales unas 30 millones corresponden a bosque nativo y 1 millón a plantaciones forestales. Para tener una idea de la importancia de esta extensión mencionemos que el país más extenso de Europa, Francia, ocupa un territorio continental de casi 55 millones de hectáreas; mientras que Suecia y la fracción correspondiente a la ex República Federal de Alemania ocupan 45 millones y 24 millones de hectáreas respectivamente. Otra referencia puede ser el territorio de la provincia de Buenos Aires, que ocupa casi 31 millones de hectáreas. Como puede verse tanto el territorio nacional como su territorio boscoso conforman grandes extensiones.
Los bosques nativos cuentan con una baja proporción de especies comercialmente importantes, de las cuales sólo cuatro especies son coníferas y ninguna es del género Pinus (pinos). Por su parte, las plantaciones se han conformado y se siguen conformando con un neto predominio de especies exóticas, particularmente sauces, álamos, eucaliptos y pinos. También existen plantaciones con especies nativas, como es el caso del pino brasil (Araucaria angustifolial) en la provincia de Misiones, aunque su superficie es muy baja.
La Argentina cuenta con un régimen legal forestal, basado en la ley 13.273 denominada de "Defensa de la Riqueza Forestal", promulgada en el año 1948, y la ley 26.331 de presupuestos mínimos para bosques nativos promulgada el año 2009, más otras leyes y reglamentaciones asociadas. A nivel educativo cuenta con cinco Facultades habilitadas para emitir el título de Ingeniero Forestal y con establecimientos que otorgan títulos técnicos intermedios.

LA ACTIVIDAD DEL ESTADO EN LA HISTORIA FORESTAL
Si bien la actividad forestal comercial es de aparición relativamente reciente en la Argentina, la preocupación por el recurso viene de largo tiempo atrás. El problema forestal que afectaba de manera directa e inmediata a la Antigua Buenos Aires fue tratado por su Antiguo Cabildo desde el año 1590 hasta el año 1810. Durante este período, mostró preocupación por la conservación de los bosques situados en los alrededores de la ciudad, aunque sin lograr una solución completa del problema. En el año 1590 el Cabildo prohibió la corta de los renovales de algarrobo próximos al Riachuelo; y en 1607 establece la obligatoriedad de solicitar licencia para la tala de bosques, bajo pena de perder tanto los productos como la carreta usada para su transporte.
En 1608 y con el fin de fiscalizar la tala indiscriminada de árboles, Hernandarias obligó a que las carretas pasaran frente a la casa del Alcalde pagando un arancel. Su principal interés era evitar la tala inmoderada de los bosques, con el fin de asegurar el abastecimiento de madera para las construcciones y de leña o carbón para la obtención de energía.
Ya pasada la mitad el siglo XIX aparece la primera determinación concreta en materia forestal ocurrida en el país, que fue el Decreto del Presidente Nicolás Avellaneda del 19 de abril de 1879. El fundamento del decreto dice (RN 1878/81, pág. 123:
“por diversos informes ha llegado a conocimiento del Gobierno, que individuos y compañías particulares explotan arbitrariamente los bosques de los territorios nacionales no concedidos en propiedad, como así mismo, que muchas concesiones de tierras que en ellos se solicitan para la colonización, tienen por único objeto real la corta de los montes sin orden y sin tasa, y considerando que este abuso toma cada día mayores proporciones, con perjuicio del Fisco, porque defrauda una fuente legítima de renta, y de las propias conveniencias generales, porque produce la extinción rápida del arbolado en la vecindad de las poblaciones y de las corrientes o depósitos naturales de agua”.
El decreto prohibía la corta de madera y de leña, y la elaboración de carbón de palo, en los bosques de propiedad nacional, sin la correspondiente concesión, otorgada por el Ministerio del Interior. Entre los puntos más sobresalientes de su contenido, podemos mencionar las siguientes: i) que la concesión no podía durar más de cinco años y que el área no podía superar las doce leguas kilométricas, ii) que la corta de madera sólo podía hacerse entre los meses de mayo y septiembre, es decir en invierno, y que sólo se podían cortar aquellos árboles que hubiesen alcanzado el límite natural de su desarrollo; iii) que era obligatorio el pago de una retribución por el material extraído; iv) que el obrajero estaba obligado a firmar un contrato garantizado; v) que era obligatoria la conservación de determinados bosques para uso inmediato de la población y era obligatoria la conservación de especies necesarias para construcciones y para el mantenimiento de caminos, ríos y aguadas; v) que era obligatoria la utilización adecuada de la madera, y que el carbón y la leña sólo podían provenir de árboles que no tuvieran un destino más provechoso; y vi) que para el embarque y exportación de madera, aquélla debía llevar las marcas de las iniciales de la firma y el nombre del lugar donde se hallaba el establecimiento exportador.
Puede verse que la norma contemplaba tres aspectos básicos en la producción forestal, que eran: a) que el árbol debía cortarse sólo después de alcanzado un cierto nivel de desarrollo; b) que los árboles no debían cortarse en forma arbitraria, sino que debía hacerse en función de su mejor destino; y c) que establecía una norma legal para el movimiento de la madera.
En el año 1880 este decreto fue convertido en la Ley 1054. Esta Ley autorizaba al Poder Ejecutivo a invertir hasta cuatro mil pesos fuertes en los estudios necesarios para preparar una Ordenanza Forestal de la República (Leyes Nacionales, Tomo IV, 1875-1880).
Ya en el siglo XX, la Ley 1054 es reemplazada por la Ley 4167, hecho que ocurre en el año 1902. Esta Ley establecía que “mientras no se dicte una Ley especial de bosques, el Poder Ejecutivo podrá conceder hasta 10.000 hectáreas por el diez por ciento del valor de la madera en la estación o puerto de embarque, y por el término máximo de diez años (Leyes nacionales 1901-1903, Senado de la Nación, Pág. 274). Asimismo, deroga todas las Leyes generales de tierras, bosques y yerbales anteriores a ella. Esta Ley lleva a que, en la práctica, queden pocas disposiciones en materia de regulación forestal.
Las acciones concretas para intentar revertir la situación se inician casi medio siglo después, a través de medidas técnicas y legales. En 1943 se crea la Dirección Forestal como responsable del desarrollo forestal y del control de la tala indiscriminada. Se articulan algunos mecanismos para la lucha contra los incendios forestales y se instalan las primeras Estaciones Experimentales.
En 1948 se promulga la Ley 13.273, denominada de "Defensa de la Riqueza Forestal", que crea como órgano de aplicación a la Administración Nacional de Bosques (ANB), con jurisdicción directa sobre los bosques situados en el territorio de la administración central. Recordemos que en ese momento la Argentina estaba organizada en 14 provincias y 10 gobernaciones dependientes del Gobierno Central que representaban el 40 por ciento del territorio nacional. Los bosques ubicados en las gobernaciones quedaron incluidos dentro del marco de la Ley y bajo la jurisdicción de la ANB. Por su parte, las provincias se reservaban el derecho de adhesión; aquellas que lo hicieran gozarían de ciertos beneficios indicados por la misma Ley, para lo cual tenían la obligación de crear un organismo forestal provincial, que representó el origen de las direcciones de bosques provinciales.
A partir de la promulgación de la Ley 13.273 se inicia una fuerte acción orientada a ordenar el sector productivo forestal. Las actividades se inician sobre los bosques nativos, debido a que la mayor parte de ellos se hallaban dentro de las gobernaciones y, por extensión, bajo el dominio de la ANB. Las plantaciones comerciales a gran escala aún no habían comenzado. La ANB inicia los primeros Inventarios Forestales y se incorporan los primeros lineamientos sobre Ordenación de Bosques. La escasez de experiencia local llevó a asociar en forma inseparable la técnica del Inventario Forestal con los bosques nativos, aún cuando dicha técnica también es aplicable en plantaciones; esta asociación errónea puede decirse que aún hoy persiste en nuestro medio. La escasez de antecedentes locales llevó a la necesidad de emplear métodos que en otros países ya se habían dejado de lado y que debían tomarse como transitorios, aunque puede decirse que duraron hasta la década de 1980. Para el aprovechamiento de los bosques se estableció la obligatoriedad de presentar Planes Dasocráticos sujetos a la aprobación de la autoridad.
En el año 1969 la Administración Nacional de Bosques se reestructura y se convierte en el Servicio Forestal Nacional. En 1972, la Argentina es sede del VII CONGRESO FORESTAL MUNDIAL, lo que indica la importancia que la actividad estaba alcanzando en el país en esos momentos.
En 1973 se sanciona la Ley 20.531, por la cual el Servicio Forestal Nacional pasa a denominarse Instituto Forestal Nacional, conocido como IFONA, conservando su estructura funcional y adquiriendo el carácter de organismo autárquico. A partir del año 1976, el IFONA es privado de su órgano natural de conducción y pasa a ser administrado por la figura de un Interventor, situación que duró hasta su desaparición, sin que los sucesivos gobiernos, constitucionales o no, modificaran esta situación. En el período 1978-1980, el IFONA queda privado de una importante fuente de recursos al eliminarse el Fondo Forestal y en los hechos pierde su autarquía.
A comienzos de la década de 1990 y como parte del plan de desregulación, el gobierno nacional disuelve al Instituto Forestal Nacional. La actividad forestal que estaba en manos del Estado, en ese momento centralizada en el IFONA, se dispersa en dos Secretarías, una que pasa a tratar opera las plantaciones y otra que pasa a tratar con los bosques nativos; y en un organismo autárquico de investigación y extensión que es el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Como consecuencia de estos cambios, el personal del IFONA se distribuye entre estos tres ámbitos.
Si bien fue muchas veces criticado, a través de su historia y su personal el IFONA fue pionero en el uso de fotografías aéreas e imágenes digitales para el estudio de los bosques, incorporó el concepto de Ordenación Forestal, incorporó el concepto moderno de muestreo en los inventarios forestales, incorporó las parcelas circulares de muestreo en forma masiva, inició el desarrollo masivo de ecuaciones y tablas de volumen, inició el estudio de indicadores de densidad como el Índice de Reineke, y desarrolló el primer sistema de curvas de Índice de Sitio bajo una concepción moderna. Asimismo, instaló las primeras parcelas experimentales para el estudio del crecimiento de distintas especies nativas.
La complejidad del sector llevó a la necesidad de estudios específicos. Pero la mala situación de la Administración Pública, con técnicos mal pagos y escasez de fondos para financiar proyectos eran un serio obstáculo para su ejecución. Sin embargo, y tal vez a causa de la mayor facilidad que tenía el Estado para crear nuevos organismos que para modificar a los ya existentes, llevó a la creación de organismos con escalafón propio, a fin de poder ofrecer sueldos más atractivos, sin interferir con las remuneraciones del resto de la administración. Así, se crean el Centro de Investigación Tecnológica de la Madera (CITEMA) y el Centro de Investigaciones en Celulosa y Papel (CICELPA).

LA ACTIVIDAD PRIVADA EN LA HISTORIA FORESTAL
Las plantaciones comerciales en gran escala se inician en la década de 1940. Por aquel entonces la Argentina era importadora neta de papel, por lo que se toma conciencia de lo ventajoso que sería reducir o eliminar la importación de ese elemento. Para ello se recomienda la plantación de especies exóticas de rápido crecimiento.
La mayor tasa de crecimiento de las especies exóticas, comparadas con las especies nativas, genera una suerte de “ola de entusiasmo” y vuelca el interés forestal hacia ellas en forma definitiva, situación que aún hoy perdura. Esta acción se vio favorecida por el subsidio estatal a la plantación, y por el incentivo a la instalación de industrias consumidoras de madera de esas especies.
Importantes cantidades de dinero se transfirieron hacia las plantaciones, en forma directa o indirecta, hecho que no ocurrió con los bosques nativos. Uno de los argumentos más usados para justificar el subsidio a las plantaciones fue que de esa manera se quitaba presión sobre los bosques nativos y que, por lo tanto, era una forma de protegerlos. Este argumento es cierto siempre y cuando la madera provista por las plantaciones tenga las mismas características comerciales que las especies nativas, y puedan entonces reemplazarlas. Pero esto no ocurrió en nuestro medio, al menos no plenamente, de manera que la presión sobre las especies nativas prácticamente no se modificó y la degradación del bosque nativo no se detuvo.
Con el fin de promover la forestación, se establecieron distintos mecanismos de promoción. Uno de ellos fue la desgravación impositiva, que era un mecanismo ideado para transferir fondos al sector por esta vía. Sin embargo, el resultado no fue el esperado. Una segunda alternativa fue el llamado Crédito Fiscal, por el cual el plantador recibía un subsidio por única vez, que era equivalente al 60 por ciento del costo de plantación. Sin embargo, los costos solían “exagerarse”, para que de esa forma se financiara el 100 por ciento del costo.
Tanto a causa de su origen como de su evolución, la producción forestal, el productor de madera y la industria quedaron asociados, como si todos formaran parte del mismo equipo y las necesidades de uno fueran las mismas que tenía el otro. Es así, que tanto la empresa como el productor hablan de producción de madera, sin distinciones ni diferencias. Pero mientras para la empresa, la madera es un insumo y por lo tanto un gasto, para el productor es su renta. De manera que es imposible que ambos tengan la misma interpretación sobre la producción.
Como resultado de esta suerte de mezcla es que ha predominado la valoración de la producción de madera en términos de volumen más que en términos de dinero, y ha habido una búsqueda, que continúa, por especies de rápido crecimiento, hecho que es más bien interés de la industria que del productor. Puede decirse que ha prevalecido el concepto industrial, basado en la rapidez de crecimiento de las especies, en reemplazo del concepto de renta por la calidad de la madera.
Debido a las deficiencias del sector público, el sector privado con mayor poder económico estableció su propio organismo de estudios, que actualmente recibe el nombre de Centro de Investigaciones y Experiencias Forestales (C.I.E.F.).
En la década de 1980 se inician las primeras exportaciones importantes de madera rolliza, especialmente de eucalipto. Actualmente, las provincias de Misiones, Corrientes, Entre Ríos sobre la costa del Río Uruguay y el Delta del Paraná, son en Argentina las regiones donde se concentran las plantaciones. Últimamente, también empezó a cobrar importancia el sudeste de la provincia de Buenos Aires.
Resumiendo, la preocupación por el recurso forestal es de antigua data en nuestro país, aunque la actividad forestal con sentido comercial nace apenas casi cincuenta años atrás. Durante este medio siglo sólo la parte industrial mostró un crecimiento importante, no ocurriendo lo mismo con la producción, el manejo y la investigación forestal. No puede decirse que en la Argentina haya habido un proceso de desarrollo del sector, si por tal entendemos una evolución ordenada de todos sus componentes. En estos casi cincuenta años, ni la actividad forestal ni la ciencia forestal alcanzaron en nuestro país el sitio que se merecen.

DEFICIENCIAS
A nivel industrial se han llevado a cabo inversiones importantes y con alta tecnología, aunque la mayor parte del parque es obsoleto, poco eficiente, y de baja capacidad competitiva a nivel internacional. Algunas plantas de pasta de papel y de aserrado son la excepción a esta afirmación.
Desde el comienzo, la información sobre extensión, conformación y existencias contenidas en plantaciones y bosques ha sido escasa y en gran parte poco confiable, lo que ha dificultado la definición de una Política Forestal Nacional. El primer intento por contar con un mapa nacional de bosques fue la Precarta Forestal, desarrollada por los técnicos del IFONA en colaboración con las provincias. A fines de la década del ‘80 el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo reciben un proyecto del IFONA para llevar acabo el Primer Inventario Nacional de Bosques Nativos e Implantados.
Recién a fines de los ’90 se inician las tareas que desembocan en el Primer Inventario Nacional de Bosques Nativos (PINBN), en el cual se le da prioridad a cuatro regiones forestales: Parque Chaqueño, Bosque Andino Patagónico, Selva Misionera y Selva Tucumano Boliviana. Al mismo tiempo se lleva a cabo el primer Inventario Nacional de Plantaciones Forestales.
Sin embargo, no existe información auxiliar suficiente que permita la organización de la producción. Hay déficit, entre otras cosas, de ecuaciones de volumen, tablas de rendimiento, modelos de crecimiento, estudios de mortalidad, estudios de calidad de sitio, mercados y otros.
Una parte importante de esta información debe ser observada y registrada a nivel regional, esto es, involucrando grandes extensiones de terreno. Esto no es caprichoso, simplemente se debe a que es la manera de poder cubrir un amplio rango de valores de las distintas variables involucradas y de sus combinaciones. Y el problema para generar esta información es ¿quién lo financia? Las universidades, que podrían cumplir un papel más importante que el actual, tienen severas restricciones presupuestarias. La falta de información técnica y científica dificulta el manejo correcto de los factores que hacen a la dinámica de la producción y, por ende, en la aplicación de normas de manejo y de políticas forestales.
Otra dificultad es la pretensión de usar a nivel comercial los métodos empleados en los planes de investigación. En estos últimos, los costos se centran en la forma de conseguir los fondos para llevar a cabo el estudio, pero no forma parte del estudio. Mientras que en la parte comercial los costos para la obtención de información son los que definen su aplicación o no. El error de las universidades ha sido, precisamente, pretender que el área comercial utilice los mismos criterios y métodos que utiliza el área de la investigación.
Un punto importante es la falta de controles en el aprovechamiento y extracción de la madera, a nivel provincial, derivado de su escaso personal y sus escasos medios. Ello leva a la obtención y comercialización de madera clandestina, que como tal, posee un bajo precio. Si a ello le agregamos un mercado poco transparente y poco equilibrado, vemos que la comercialización de la madera, que es el punto en donde la madera se debería convertir en dinero, es un punto crítico.
Todas estas dificultades y otras que pueden agregarse son obstáculos para la planificación, el aprovechamiento y el ordenamiento del sector forestal en la Argentina, capaz de generar importantes divisas y de cumplir una acción significativa en la conservación del medio ambiente.
En los últimos años recién ha aparecido una suerte de interés por términos como aprovechamiento sostenible o manejo forestal, aunque no siempre queda claro cuál es el alcance real de tales términos ni la complejidad que implican.
Un último comentario es para la ley nacional 26.331, de presupuestos mínimos para bosques nativos, que es de acatamiento obligatorio por parte de las provincias y que establece una serie de normas para proteger los bosques y financiar sus servicios ambientales. La ley crea un Fondo Forestal, crea un Registro de Infractores, crea un Programa de Protección de Bosques Nativos y establece la necesidad de llevar a cabo el Ordenamiento Territorial de los Bosques Nativos. La aplicación de esta ley está recién en sus inicios, así que habrá que esperar un tiempo prudencial para poder abrir juicio al respecto.

Enrique Wabö
Biometría Forestal
Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales
Universidad Nacional de La Plata
ing.ewabo@gmail.com